miércoles, 2 de febrero de 2011

Un alzamiento reaccionario, contestatario y revolucionario

Por José Guadalupe Isabeles Martínez

Lentamente parecen tomar lugar las piezas de un nuevo periodo revolucionario en el mundo. La crisis árabe de Medio Oriente le da al ser humano la razón, cuando dice que la lógica brutal del dinero se ha apropiado de la clase gobernante, y es hora, por más distintas que puedan ser las realidades, de que en México la nación despierte.

El país no se está cayendo en pedazos, como quieren hacer ver los fieles de catastrofismo. México, efectivamente, sufre los estratos de sus propias negligencias, de no haber atendido a tiempo los costos de oportunidad de estarse mirando el ombligo durante decenios y dejar a su suerte a los millones de mexicanos que han sido cimiento de esta nación. Más que poner sobre la mesa puntos de vista simplistas y sin ningún rigor intelectual, hay que pretender ir más allá de la obviedad.

El tiradero que hay en el país no es producto de la sola clase política, hay también otros factores como la clase industrial y empresarial, el segmento élite de la nación que lejos de preocuparse y ocuparse por sus iguales, no ha hecho suya la corresponsabilidad que se tiene con el progreso de tu entorno y quienes habitan en él. El deterioro del Estado incluida su sociedad, obedece igualmente a la indiferencia de las máximas casas de estudio en México, sí, de las universidades semilleros del cambio, por vincular a sus estudiantes a temprana edad académica a su colectividad, para que al momento de llegar a la universidad y luego egresar, estén plenamente conscientes de su compromiso y encargo.

Ya no es permisible, aunque sí sea posible, seguir viviendo en la zozobra e incertidumbre que nos han impuesto y a que nos quieren seguir sometiendo aquí. Si hemos de juzgar, todos somos culpables de este hedor. Desde el periódico más insignificante que en un pueblito ordinario se vende al oficialismo, hasta las más elevadas estructuras institucionales que han actuado en clara evasión de sus empréstitos. Pasando por las más prestigiosas universidades que vienen a alzar la voz cuando ven violentada sus garantías, hasta pasar por aquellas que sólo protestan en las calles cuando quieren más dinero. Acompañándose de grupos y cámaras industriales-empresariales que hacen todo menos dolerse de su propia realidad, y desde luego, de cada uno de nosotros.

Mientras en Egipto se han contagiado gracias a Túnez del fervor revolucionario, y han obligado (lo que casi es un hecho consumado) al presidente y dictador del país árabe a dejar el poder después de treinta años en él. Mientras las protestas en Medio Oriente se miran imparables y los ofrecimientos de reformas políticas han alcanzado hasta Argelia, Jordania, Siria o Yemen, nosotros de este lado resultamos un “país de espectadores.” Vemos el entusiasmo en El Cairo por poner alto de una vez y por todas al régimen que los mantuvo autómatas por 3 décadas. La tristísima realidad es que hacemos mutis y pensamos que la distancia geográfica no resulta igual que la distancia entre nuestras necesidades y la respuesta institucional: ¡inmensa!

Sin embargo, estamos tan cerca de lo que en Medio Oriente estuvieron (y ahora lo están), de un genuino estallido social en México, pero no lo queremos ver. En nuestras narices pasa lento y desapercibido mofándose de la manipulación mediática así como del shock mental en que nos tienen los narco bloqueos, bombazos, balaceras y muertes.

A los mexicanos nos falta más que un pretexto para desentumirnos y movilizarnos. Y no nos referimos a las acciones partidistas y porriles disfrazadas de campesinos aparentando manifestarse legítimamente, ni tampoco a los pseudo sindicatos, muchos menos a un Martín Esparza Flores haciendo un llamamiento a la “insurgencia pacífica.” No hablamos de líderes gobernados por su propia avaricia. Hablamos de auténticos movimientos sociales que enciendan la chispa y detonen un gran estallido social que tanto le urge al país. Los mexicanos debemos atender los paradigmas de Medio Oriente, sin ser necesario importar las causas y los padecimientos que aquí mismo tenemos.

Ya no podemos seguir a merced de una estrategia de seguridad que, si bien no ha fracasado, dado que se observa inapropiado medir el éxito o no de las medidas por el sólo número de muertes, o por el sensacionalismo y amarillismo de los medios de comunicación en general (o por lo menos resulta cuestionable qué tan válido es el argumento), es de lógica elemental reconocer las implicaciones a mediano y largo plazo que una situación de inseguridad así, permanente y generalizada, puede acarrear para el Estado mismo.

Las declaraciones de Janet Napolitano, secretaria de seguridad interior de EU, sólo confirman las amenazas a que también ellos están expuestos por los cárteles mexicanos, de ahí su tajante discurso de hace unos días en que sentenció en El Paso, Texas, ‘aplastarían’ a los narcotraficantes que se atrevan siquiera a vulnerar su seguridad. ¿Qué va a ocurrir cuando los hechos sean claros, contundentes e inaceptables para la administración demócrata? Las intromisiones legales estadounidenses en México son contundentes, y no se puede continuar escriturando el futuro de México a los vecinos del norte.

El rompimiento de pactos, por un lado el relativo al contrato social entre colectividad y Estado para la subsistencia de éste; y por el otro el quiebre de los pactos entre operaciones del crimen organizado y las propias autoridades, ambos, están más que colapsados o en su proceso. Es precisamente por estas razones, que la configuración que está tomando el mundo con los acontecimientos señalados y otros tantos que en otras ocasiones hemos mencionado ya, generan poco a poco las condiciones ideales para que la sociedad mexicana se erija en un alzamiento reaccionario, contestatario y revolucionario del Estado y régimen que nos gobierna en todos sus vértices.

Si no fue en 2010, las nuevas acciones de protesta parecen ir tomando su lugar para edificar la protocélula de lo que mañana será el corazón de nuevas, pero verdaderas formas de gobierno social y no de élite, secuestrado por unos cuantos. El grey político que hoy parece de intocables no constituye más que un gregarismo inercial de mansedumbre, que en muy poco o en nada abonan a priorizar el posicionamiento de la colectividad en un plano de primer nivel ante el Estado, ya no decir de colocar a México en la escena internacional como lo están haciendo China, Brasil o India. Es tiempo pues de que los pueblos despierten, así como que los pactos vuelvan a ocupar esos vacíos de autoridad preestablecidos.

Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles
Skype: isabeles5

No hay comentarios: