sábado, 19 de febrero de 2011

El desencanto con la incipiente democracia, José Woldenberg en el Tec de Monterrey

José Guadalupe Isabeles Martínez

En el marco del inicio del ciclo de conferencias Comprender México, que encabeza la Cátedra Alfonso Reyes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), se llevó a cabo la conferencia titulada: El desencanto con la incipiente democracia por José Woldenberg. El evento ocurrió en las instalaciones del edificio CEDES del Campus Monterrey a las 13:30 horas y fue transmitido a todos los campus de la República mexicana por la Universidad Virtual del sistema Tec.

La tesis de Woldenberg, parte de que en México efectivamente existe una democracia, no obstante incipiente y en proceso de desarrollo. Democracia que ha dejado de tener vigencia en la percepción de los mexicanos, en tanto son muchos quienes manifiestan su desencanto con ésta. Sin embargo, expuso, que en México se han presentado grandes e inobjetables cambios en todo el sistema político mexicano. Cambios que dan cuenta de un sistema democrático presente que ha venido madurando en la medida de sus posibilidades.

De 1977 a 1997, señaló, pasamos de lo que Giovanni Sartori llamó un sistema de “partido casi único” (léase el PRI), a un sistema pluripartidista. “pasamos de elecciones sin competencia, a elecciones altamente competidas”; de un mundo de la representación política monocolor, a la representación de más colores de partido. Contradice a aquellos que piensan que estos cambios fueron meramente temporales, y acusa que no se hacen cargo de observar el papel que el sistema electoral juega y ha jugado en el sistema político en su conjunto.

Estos cambios, por ejemplo, dieron origen a la relación prevaleciente entre los poderes de la Unión. Así se abrió paso a una presidencia omnipotente, a una presidencia muy acotada donde las facultades meta constitucionales no tienen cabida (al menos no exacerbadamente como antaño). Se pasó igual de un Congreso de la Unión subordinado, a un congreso que solamente puede explicarse por la lógica de las fuerzas partidistas al interior del mismo. Incluso hemos llegado a tener hoy, una Suprema Corte de Justicia de la Nación que hoy desahoga conflictos entre poderes, entre un congreso y su gobernador, entre un Ayuntamiento y su gobernador, etc. Cambios que ya de entrada constituyen una transformación de proporciones sustantivas.

En el debate académico, baste recordar, sigue existiendo un debate inacabado sobre si el sistema electoral mexicano juega un papel determinante en el resto de las piezas políticas del sistema. Y aquí se demuestra que sí, que el sistema electoral ha tenido un impacto positivo en la democratización del país, dado que hoy tenemos gobernadores del PRD, PAN, PRI, tenemos así gobiernos de coaliciones, lo que antes era impensable.

Algo interesantísimo, es que en México no se hizo necesario un periodo refundacional, como ocurrió en España tras el franquismo o en la Unión Soviética, entre otros. Incluso destaca que la situación del país se aleja y por mucho de la realidad latinoamericana, porque los cambios democráticos fueron una vuelta al pasado luego de periodos que habían sido interrumpidos por los golpes de Estado y militares. Chile, Argentina, Uruguay son ejemplos de ello, donde antes existió un juego plural que empezaba a tomar forma y se repentinamente se vio suspendido.

En México no fue así, dado que aquí la Constitución consagraba una República federal, democrática, representativa, aunque formalmente (lo cual ya era ganancia), pues en los hechos no ocurría tal cual. Faltaban, menciona Woldenberg, 2 piezas elementales: un sistema de partidos medianamente competitivo, y un sistema electoral capaz de hacerse cargo de los procesos electorales y de brindar algo de certidumbre. De ahí el proceso “singular” de la democratización en México, con todo y sus complicaciones.

El motor de desarrollo, comentó Woldenberg, fue una sociedad modernizada, más abierta y paulatinamente más plural que no cabía ya bajo el mando de una sola organización partidista. El sociológico y analista político expresa claro que México vive y se encuentra ya en una “primera etapa” del proceso democrático, pues basta apreciar que las condiciones necesarias para hablar de democracia hoy, se cumplen. Hay alternancia, hay un sistema de partidos que compiten, hay división de poderes, incluso dijo que existe libertad de prensa aunque “con sus más con sus menos.” Conviven así una pluralidad que no lo hacía en años anteriores.

No obstante, existe en la región de América Latina un incremento en la apreciación de la democracia, aunque en tres países, incluido México, se muestra un claro declive en la opinión que los mexicanos tienen de ella. Las cifras resultan elocuentes pero a la vez preocupantes. Lo que el investigador propone, es pensar los desencantos en relación a la calidad de la política de hoy, que vale preguntar si ésta es mejor o no que la del pasado. Lo que arguye el sociólogo es que la imagen de la política se ha deteriorado, pese a que la política ha mejorado, como ya se apreció sustancialmente.

Se tiende hoy a incrementar el nivel de exigencia del desempeño público, dadas las condiciones actuales del entorno político (donde vale destacar el papel de internet). Sentencia que gran parte del desencanto tiene que ver con la “incomprensión” de cómo funciona en realidad la política en democracia. En otras palabras, la sociedad no sabe cómo funciona el sistema, ya no decir sus antecedentes de manera compleja y no superficial. La gente parece no valorar los cambios sucedidos, cuando hoy se tienen mejores garantías de ejercer un escrutinio público al quehacer político, cosa que antes ni cómo pensarlo.

Otra de las cosas es que el flujo de información antes simplemente no existía, y hoy se ha favorecido tras la creación del IFAI el presidente Vicente Fox Quesada. Los medios han pasado de la subordinación casi absoluta al Estado, a una independencia que resultaba impensable en el pasado. Para muestra los escándalos destapados por los propios medios de comunicación sin la más mínima preocupación de que el sistema estatal vaya a ir en su contra.

Aunque reconoce Woldenberg, los medios no han logrado superar el “amarillismo” y “la nota roja” como su principal producto de venta y de consumo. Se tiene a la vez una más amplia y robusta sociedad civil que tiende a hacer notar “siempre”, todas y cada una de las deficiencias de los gobiernos, cuando está muy claro que las cosas no son blanco y negro. En conjunto, todos estos factores convergen en hacer ver una política más deteriorada, y una clase política “ineficiente” lo que no necesariamente es cierto.

Hoy, paradójicamente, la gente se suele quejar de que el presidente de la República no puede echar adelante sus iniciativas de ley y reformas, en virtud de que desde 1997 ningún mandatario federal ha tenido los votos suficientes en el Congreso de la Unión para hacerlo. Y esto es sin duda parte del fastidio que se empieza a ver en la sociedad, y particularmente en el ámbito del periodismo. Se observa así un desencanto con el pluralismo democrático, ya que la interacción de más partidos parece poner un freno al trabajo legislativo.

El ejemplo que pone el investigador es aquella propuesta del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, al escribir para El Universal, que para generar gobernabilidad (capacidad de un gobierno para hacer prosperar sus iniciativas), es necesario que lo que no dan los electores con votos, la ley lo diera. Proponía que aquél partido político que en elecciones tuviera el 35 por ciento o más de los votos, obtuviera por mandato de ley el 50 por ciento más 1 de los diputados, es decir, que fuerza la primera fuerza en el Congreso de la Unión.

Hoy, parece haber entonces un desencanto, un fastidio con la democracia, misma que ha resultado ser muy “tortuosa”, “lenta”, el malestar se hace latente, en tanto estábamos acostumbrados a que las decisiones presidenciales se acataran a la voz de ya y se hicieran realidad rápido y sin obstáculos. Hoy vemos que se necesita escuchar al otro, se requiere negociar, pactar, y que las cosas no se pueden hacer de la noche a la mañana.

Sin embargo, los nutrientes más fuertes de este malestar, se encuentran en otro lado, para esto citó a la economía que no crece tan rápido como quisiéramos y que resulta altamente excluyente, la pobreza que sí crece, el crecimiento de la informalidad y desigualdad. Hoy, cada vez más familias están convencidos que sus hijos tendrán peores vidas que las que ellos tuvieron. Este es pues el caldo de cultivo del desencanto y parte del debate académico inacabado.

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